Hasta mis 17 años, rara fueron las veces que no senti ansiedad, tristeza y rabia en las noches de domingo. Todo ese grupo de emociones estallaba tan pronto escuchaba la música de apertura del Fantástico, una programación de la televisión, que pasa todos los domingos por la noche. Al oír esta música, mismo que no estuviera al salón junto con mi madre, sentía el aperto al pecho sólo por saber que al día seguinte todo empezaría novamente. Lunes a las 7.30h tendría que estar en clase. Mi problema no era el horário del colégio en Brasil. Mi problema era entender que decían los profesores, no que fuese tonta y sí que no comprendía para que todo aquello me serviría en mi vida. Mi problema era la falta de amigos, la falta de una identidad propia. Tenía miedo a todo y sufría a cada domingo. El colegio era mi sala de tortura personal.
Desde que entré en la universidad, mi vida tomó un nuevo rumbo y todo pasó a tener sentido, había un motivo para cada cosa que hacía. La música ya no me afectaba. La programación sigue existindo y no cambiaron la música. És un ícone de la televisión brasileña, que sigue indicando el final de domingo y início de la semana laboral para milhares de brasileños. Hoy domingo noche en España, para mi sorpresa me pego cantarolando esta música. Paro a ver qué pasa conmigo y revivo los sentimientos, el aperto en el pecho, la angustia y tristeza de outrora. No tengo clases al día seguinte pero tengo mi nueva tortura personal, mi actual trabajo.
No comprendo… me gusta lo que hago, me gusta conducir por mitad de Galícia visitando a clientes, me gusta hablar con las personas, ¿cómo puedo sentir que vou para el calabozo de mi tortura personal? Paro y me pongo a reflexionar… Encuentro… Hablar con mis superiores, ahí está mi punto de “tortura-torturísima”. Uno de ellos siempre dice que la culpa es mía porque no estudo a casa después del horario de trabajo, que la culpa es mía porque no tengo dinero para el gasoil, que la culpa es mía si no vendo, que la culpa es mía si no sé explicar y seguir su metodología de trabajo…
¡¿Pero…. a ver?! – Tengo ganas de gritarles. – ¿La culpa es sólo mía? ¿No tendrían vosotros que haberme enseñado mejor la metodología y el producto? Pedir es muy fácil, criticar más aún. ¿Qué os parece la idea de dejar de apuntar el culpado y trabajar por el conjunto? Si me enseñan, si me ayudan con material y con paciencia – que no la tenéis en muy buen porto – seguro que haré mi trabajo con más alegría, más calidad y más ventas. ¡Mejor para todos! Pero no, nada. ¡Sigo aquí en negro! Trabajando sin explicación, sin un mínimo garantizado para cubrir gastos, sin valoración y sin animación. Sentindo que soy la peor del “mundo-mundial”.
No hay respuestas, no hay respuestas. Siento sus miradas sobre mí, la mirada crítica de quien no comprende lo que estoy diciendo, lo que estoy pedindo.
Siento junto a ventana. Hace frío. Miro a los cielos, cubiertos de nubes, quiero encontras a Dios, pedir que todo eso pronto se acabe. No lo veo, no lo escucho. Miro para bajo, busco a Dios en mi corazón – dicen que está dentro de cada uno de nosotros – tampoco lo veo, ni le escucho. Lloro y dejo que mis lágrimas caían en la tierra, quizás la madre tierra pueda ayudarme. Sigo sin oír respuesta, solo deseo que alguno de mis pedidos lleguen a Dios y que él me liberte.